Nuestro amigo , Pachi Goñi ya esta de vuelta del Himalaya Indio , después de un mes , peleándose con el Nun y nos deja este magnifico relato , que a mi me trasporta hasta allí en un minuto mágico.
Me he sorprendido a mí mismo acariciando, con la palma de la mano, un pequeño hatillo de flores. La estación está ya avanzada y el regreso al Campo Base nos ha traído la sorpresa de encontrarlas en abundancia, creciendo entre las piedras de este desolado paraje.
Sus tallos son robustos y seguros, como solo lo pueden ser en estos espacios tan severos, y sus pétalos duros y suaves a la vez. Las Edelweiss también han llegado hasta aquí. Días atrás, las encontramos en abundancia creciendo en los verdes pastos de altura, mientras ascendíamos al C.B.
Un pequeño riachuelo, fruto del deshielo de un cercano nevero, discurre lento, con un agradable sonido amortiguado, como si arrastrara guijarros almohadillados en su curso hacia el valle. El Sol es suave a esta hora de la mañana pero, no tardará en volverse cruel, con una extrema radiación, cuando alcance su cénit.
También el viento ha moderado su intensidad y sopla sin violencia, meciendo como en cámara lenta las flores que llenan el aire de un aroma sorprendente pero, a ellas no les engaña; se aferran al suelo con sus fuertes tallos pues, saben muy bien cómo se las gasta el Dios Eolo por estas altas tierras. Hace unas cuantas horas, se ha mostrado devastador con nosotros, echándonos sin contemplaciones de la cara Oeste del Nun.
Fiel a su cita, todos los días desde que llegamos aquí, ha soplado viento Sur, trayendo grandes masas de nubes y cerradas nieblas, ocultándonos del mundo exterior. Pero hoy, precisamente hoy, cuando mis crampones apenas conseguían arañar la imponente pala de hielo que asciende hacia la cima, cuando caminábamos como equilibristas por esta interminable rampa de 1000m de desnivel, ha decidido que ya era hora del cambio y ha rolado a viento vertical. El cambio, como suele ser habitual (también las montañas) no ha sido para mejor y ha empezado a descender desde la misma cima en furiosas ráfagas.
Con la cabeza apoyada en la pendiente y los Piolets clavados con fuerza en la dura superficie, soportamos las duras embestidas del viento que baja cargado de miríadas de cristales de hielo, fruto de la nevada del día anterior.
Entre descarga y descarga, miro hacia la cumbre intentando ver un atisbo de luz, un gesto que...
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